RELACIONES FAMILIARES TOXICAS
- Elizabeth Cer
- 23 nov 2020
- 4 Min. de lectura
uestra familia es la primera toma de contacto que tenemos con una organización social. Es un factor externo que, sin duda, de un modo u otro, nos influirá, aunque no nos llegue a determinar. Nadie puede elegir en qué familia nace, en qué país va a venir al mundo, la situación económica en la que se encontrarán los miembros de su hogar, ni las circunstancias personales que les rodean. Sin embargo, a raíz del tipo de vínculo que se establece entre los padres o cuidadores con los hijos, desde bien pequeños empezamos a integrar un modelo de relación concreto.
Hay un componente genético que nos condiciona y se expresará en mayor o menor medida según el ambiente, es decir, que en base a los lazos y las experiencias emocionales que tengamos con nuestros padres, iremos desarrollando un tipo de carácter y personalidad determinados, manifestándose ambos, a lo largo de nuestra vida, en diversos contextos.
Hay familias que gozan de relaciones saludables, estableciendo vínculos afectivos sanos, y otras que tienen una forma de actuación dañina, las que denominamos como familias “tóxicas”.
Las principales características diferenciales en las familias “sanas” no es que sean “perfectas”, ya que la perfección no existe, sino que, en estas, los niños construyen un “apego seguro” con los padres/cuidadores sintiéndose protegidos, recibiendo el amor necesario, y gozando de una seguridad y estabilidad emocional que les hace sentirse libres de explorar el mundo que les rodea, sabiendo que tendrán un apoyo en el momento que les suceda algo. Al convertirse en adultos sabrán comportarse más sanamente, poniendo en práctica lo aprendido durante la infancia y la adolescencia.
En cambio, en las familias “tóxicas”, pasa todo lo contrario. Los niños evolucionan con graves carencias afectivas, ya que les faltará un buen referente en el que apoyarse. Sentirán que no son lo suficiente para ser queridos, creyendo que si se equivocan en algo será catastrófico y, por lo tanto, mostrarán una gran inestabilidad emocional, inseguridades, y desarrollarán una baja autoestima. Estas consecuencias se verán especialmente reflejadas en la vida adulta, en las relaciones que construyan y en su manera de desenvolverse en la sociedad.
Si bien es cierto que existen hijos, hermanos, cuñados, abuelos, sobrinos y hasta nosotros mismos… “tóxicos”, como principales causantes del malestar, es un tema que vamos a dejar para otro día, centrándonos unilateralmente en padres/tutores/cuidadores con conductas poco saludables, ya que es algo muy común. De todos modos, las pautas de actuación, mayoritariamente, podrían servir para todos los casos.
¿CÓMO PODEMOS IDENTIFICAR SI ESTAMOS EN UNA FAMILIA “TÓXICA”?
Si ya de por sí es complicado reconocer y aceptar que mantenemos una relación tormentosa, que no nos hace bien, con nuestra pareja, un compañero/a de estudios o trabajo, o un amigo/a, hacerlo con un familiar lo será mucho más, dado la implicación emocional que se establece entre nosotros. Quizás, con los primeros nos costará menos hacer “borrón y cuenta nueva”, ya que rehacer nuestra vida o empezar una nueva relación es más factible. Sin embargo, un padre o una madre son para siempre.
Para ayudarte a vislumbrar si te encuentras en una familia “tóxica” o si alguien de tu unidad familiar lo es, vamos a exponerte una serie de características, que no son excluyentes entre sí, sino que se pueden dar infinidad de combinaciones.
Autoridad excesiva: padres hostiles que abusan de su poder imponiendo lo que ellos quieren y valiéndose de la agresión verbal o física para alcanzar sus objetivos. Los niños que crecen con este estilo parental tendrán mucho miedo y rabia contenida al sentirse menospreciados siempre
Sobreprotección: ningún extremo es bueno, y los padres al sobreproteger, propiciaran que sus hijos sean súper dependientes, afectando a su confianza. Con esto conseguirán que para hacer cualquier cosa necesiten constantemente el apoyo y la aprobación de los demás, volviéndose personas muy necesitadas e inseguras y de baja auroestima

Permisión/negligencia: padres que no están pendientes de sus hijos y les dejan demasiado espacio, sin preocuparse ni hacerse cargo de lo que les pasa. Estos niños crecerán sintiéndose abandonados y poco importantes. Tendrán mucha ansiedad al ver que no tienen el control de sus vidas y que deben adquirir responsabilidades demasiado pronto.
Manipulación: No toman en cuenta las necesidades del otro, solo las propias, y manipulan con tal de conseguir lo que quieren. Anteponen sus necesidades y juegan con la culpa y la victimización para que sus hijos hagan lo que les demandan. Los hijos se sentirán muy culpables y vulnerables.
Falta de comunicación y rigidez: No hay un espacio de comunicación seguro, siempre se omite lo que verdaderamente importa. Surgen peleas por cosas superficiales sin llegar a la raíz del asunto, puesto que no quieren afrontar los problemas reales y les es más fácil discutir por otras razones. Establecen unos roles rígidos que no permiten que los hijos los crucen, ellos son los que mandan y los hijos tienen que acatar y obedecer sin dejar lugar a la negociación.
Todos estos estilos parentales desadaptados, son relaciones abusivas de poder y se pueden dar por parte de un padre, de una madre, abuelo/a o tutor/a legal hacia los hijos. Se suelen establecer en la infancia y mantener durante toda la vida, incluso en la adultez.
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